**Mas alla de los mares: Tu gente**: No te conocí; sin embargo, tu rostro no me es extraño. Me parece haberte visto, niña con los cabellos al viento, y más tarde, grande ya, con el hábito de misionera en esta casa que fue también la tuya. Me parece haber cruzado el mar contigo y haberte acompañado en tu peregrinación por África, sembradora del buen grano de Dios. Pero tú caminabas rápida y anduviste serena un camino duro a mi pobreza. Y en un momento no te vi más: tal vez te habían tragado las sombras de la desolada "tierra del Agua", tu último puesto. No, te había absorbido la meridiana luz del sol, del cual aprisionabas una llama en el corazón virgen. Recordé entonces las palabras de Bernardo de Claraval: brillar es vano, arder es perfecto; y allí descubrí resumida toda tu vida. Y comprendí que desde la tumba pobre de Mpanga, tú tenías mucho que decir a la mejor juventud del mundo que va en busca de ideales. Por esto escribí. Por esto y para darte gracias. Hermana, por habernos trazado un camino.
