El angel de la trompeta – Ernst Lothar – Jacobo Peuser – Sexta Edición - 1955 – Blanda

**El angel de la trompeta**: Una mansión vienesa ha sido levantada bajo la advocación de un ángel con trompeta. Es una vasta casa, fría, oscura e inconfortable, contrariamente a lo que podría esperarse de la jovial figura que preside su frente. Sus moradores forman un mosaico de caracteres dispares. En el cuarto piso vive una mujer encantadora, cuyo hijo primogénito, Hans, será con el correr del tiempo el símbolo de su casa y el de su ciudad. Porque la historia de la casa está entrañablemente ligada a la de Viena en los últimos 60 años. Nada de lo que en ella ocurra le será ajeno.
Hasta sus cuartos y salones llegan los rumores tumultuosos de la ciudad milenaria. Siente resonar primero el tañido lúgubre de las campanas de San Esteban, anunciando al mundo la tragedia de Mayerling; esas campanas prenden con vibración particularmente dolorosa en uno de los habitantes del cuarto piso.
El alma de la vieja casa también aspira embriagado - ¿por qué no?, su alma es dual como el país - los efluvios del período fascinador de la preguerra; apura hasta el fondo la dulzura de vivir.
Lo frívolo encuentra en ella eco como lo profundo. Sabe de potins de la alta sociedad y del desorden de los crecientes antagonismos políticos; se desconcierta con Freud y baila con Strauss; glorifica a las grandes inteligencias de la bora y pasea por el Prater.
Su ritmo existencia tórnase súbitamente desacompasado. Asiste al derrumbe del imperio, de las instituciones y de las creencias. Presencia el advenimiento de los tiempos nuevos.
Hans Alt es su atalaya. Insomne, busca con obstinación, a través de todos los desconciertos que le salen al paso, un camino para sí mismo y para su país.
La casa del ángel es luego protagonista directa en el drama de Austria: luchas, aniquilamiento, absurdos. Paga su precio y, de pronto, queda muda, ella, tan elocuente.
Volverá a hablar con veces de eternidad cuando los valores de la dignidad humana sean restaurados. Sólo entonces saldrán de su silencio los muros augustos que un día escucharon absortos las mágicas armonías de un Mozart.