**La defensa**: «Cada acto tiene sus propias consecuencias, al margen de nuestras intenciones.» Cuando el abogado Antonelli aceptó hacer un favor a su mejor amigo y admirado mentor, el juez Rifkin, no pensó ni por un instante que estaba sembrando la semilla de la muerte de su estimado colega. Para Antonelli, ese favor significaba únicamente impedir que una culpabilidad fuera demostrada más allá de toda duda razonable. Un trabajo rutinario. Pero el brillante letrado nunca imaginó hasta qué punto se infiltrarían en su entorno personal las consecuencias de esa actuación y hasta cuándo se extenderían en el tiempo. Tampoco fue capaz de prever la cadena de actos que conducirían a esa trágica conclusión, ni de evitar que su vida cambiara irremediablemente a partir de ese momento.
