Andre Maurois: Climas
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Climas fue escrito a través del proceso que vamos a detallar. Al pedirle la Revue de Paris una novela, el autor pensó en aprovechar, como argumento de ella, la aventura ocurrida a un amigo suyo, que había sufrido un síncope, encontrándose accidentalmente en Marruecos. El médico había anunciado al enfermo que no le quedaban más que unas horas de vida. El condenado llamó a sus íntimos y confesó la historia desgraciada de sus amores con tres mujeres.
Arrepentimiento, lágrimas y adioses. Pero la muerte no acudió y el desgraciado tuvo que volver a empezar su vida. Al releer el manuscrito que en principio redactó, Maurois se dio cuenta de que dos de las mujeres, la primera y la tercera, eran personajes de carne y hueso, mientras que la segunda, era un personaje irreal. Suprimiéndola y prescindiendo de otros pormenores, surgió mejor el armazón de la novela. Volvió a empezarla de nuevo, dotando con emociones más verdaderas a los personajes, dejando de imponer un matrimonio de conveniencia a Philippe, después de la muerte de Odile, y, en cambio, ofrecerle una mujer más próxima a "su género", reencarnación de Odile. También le pareció una fatuidad insoportable el que el héroe repitiera "Amo y no soy amado". Decidió rehacer esta segunda parte del libro, transformándola en una confesión de Isabelle. Después de negar que la novela tenga algo de autobiográfico, Maurois escribe: "Así, y no porque lo hubiera imaginado desde un principio, adquirió Climas ese aspecto de díptico que algunos han elogiado por su originalidad y otros han criticado por su artificial simetría." Y, más adelante, se pregunta: "¿Es esta novela una pintura fiel de lo que es el amor?, para contestar: "Que juzgue un enamorado. Yo no puedo decir."
"E. P."
Epílogo de Assumpta Roura. Philippe, un industrial introvertido, educado en el seno de una familia burguesa de provincias, hace balance de su vida en una larga carta dirigida a Isabelle, su segunda esposa. Arrastrado por la melancolía y la frustración, le refiere su pasión por la que fuera su primera mujer, Odile, una joven bella, caprichosa y mundana que encarna, a sus ojos, el ideal del amor perfecto. Años más tarde, Isabelle toma la palabra para verter en un diario íntimo la tristeza de su fracaso matrimonial junto a Philippe. En tono reposado y sencillo, ofrece el reverso de la moneda y contempla a los mismos personajes analizados por su marido, pero con matices que equilibran el lamento de Phillipe ante el desajuste entre los sueños y la realidad. Un relato envolvente y sugestivo, que profundiza en el mundo de la pareja y en la soledad que atrapa al ser humano.
Arrepentimiento, lágrimas y adioses. Pero la muerte no acudió y el desgraciado tuvo que volver a empezar su vida. Al releer el manuscrito que en principio redactó, Maurois se dio cuenta de que dos de las mujeres, la primera y la tercera, eran personajes de carne y hueso, mientras que la segunda, era un personaje irreal. Suprimiéndola y prescindiendo de otros pormenores, surgió mejor el armazón de la novela. Volvió a empezarla de nuevo, dotando con emociones más verdaderas a los personajes, dejando de imponer un matrimonio de conveniencia a Philippe, después de la muerte de Odile, y, en cambio, ofrecerle una mujer más próxima a "su género", reencarnación de Odile. También le pareció una fatuidad insoportable el que el héroe repitiera "Amo y no soy amado". Decidió rehacer esta segunda parte del libro, transformándola en una confesión de Isabelle. Después de negar que la novela tenga algo de autobiográfico, Maurois escribe: "Así, y no porque lo hubiera imaginado desde un principio, adquirió Climas ese aspecto de díptico que algunos han elogiado por su originalidad y otros han criticado por su artificial simetría." Y, más adelante, se pregunta: "¿Es esta novela una pintura fiel de lo que es el amor?, para contestar: "Que juzgue un enamorado. Yo no puedo decir."
"E. P."
Epílogo de Assumpta Roura. Philippe, un industrial introvertido, educado en el seno de una familia burguesa de provincias, hace balance de su vida en una larga carta dirigida a Isabelle, su segunda esposa. Arrastrado por la melancolía y la frustración, le refiere su pasión por la que fuera su primera mujer, Odile, una joven bella, caprichosa y mundana que encarna, a sus ojos, el ideal del amor perfecto. Años más tarde, Isabelle toma la palabra para verter en un diario íntimo la tristeza de su fracaso matrimonial junto a Philippe. En tono reposado y sencillo, ofrece el reverso de la moneda y contempla a los mismos personajes analizados por su marido, pero con matices que equilibran el lamento de Phillipe ante el desajuste entre los sueños y la realidad. Un relato envolvente y sugestivo, que profundiza en el mundo de la pareja y en la soledad que atrapa al ser humano.
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