Juan Carlos Onetti: El Astillero
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Larsen, ex propietario de un prostíbulo, retorna tras varios años de exilio a la ciudad de Santa María con la intención de convertirse en dirigente de un astillero abandonado propiedad de Jeremías Petrus, con cuya hija también busca casarse.
Admirador tanto de la Biblia, como de Céline, Proust, Dostoievski, Faulkner, Camus o Cervantes, Juan Carlos Onetti es uno de los grandes renovadores de la narrativa en español en general y latinoamericana en particular, evadiéndose del realismo mágico imperante entre los novelistas más populares del continente para trazar historias de corte más universal, expuestas en un tono sombrío y pesimista en la creación de de mundos foscos, opresivos y lastimeros, destiladores de una inquieta angustia vital.
En “El astillero” (1961), ubicado en Santa María, su Yoknapatawpha particular (Faulkner es uno de sus grandes maestros), se muestran sus habituales escenarios deslucidos, utilizados como símbolo psicológico, y la presencia de personajes aislados, con un antihéroe ajado que protagoniza un texto de enfoque existencialista, el cual tanto ahonda en la alienación individual o en la incomunicación como en la corrupta sociedad moderna.
El estilo de Onetti es denso y su habilidad para crear ambientes, con una gran inventiva en la imaginería, introduce de manera intensa al lector en una historia deprimente en la que poco ocurre más allá de la consecución, estupenda, de esa atmósfera triste y lúgubre, sin esperanza.
Prólogo de José Donoso.
Admirador tanto de la Biblia, como de Céline, Proust, Dostoievski, Faulkner, Camus o Cervantes, Juan Carlos Onetti es uno de los grandes renovadores de la narrativa en español en general y latinoamericana en particular, evadiéndose del realismo mágico imperante entre los novelistas más populares del continente para trazar historias de corte más universal, expuestas en un tono sombrío y pesimista en la creación de de mundos foscos, opresivos y lastimeros, destiladores de una inquieta angustia vital.
En “El astillero” (1961), ubicado en Santa María, su Yoknapatawpha particular (Faulkner es uno de sus grandes maestros), se muestran sus habituales escenarios deslucidos, utilizados como símbolo psicológico, y la presencia de personajes aislados, con un antihéroe ajado que protagoniza un texto de enfoque existencialista, el cual tanto ahonda en la alienación individual o en la incomunicación como en la corrupta sociedad moderna.
El estilo de Onetti es denso y su habilidad para crear ambientes, con una gran inventiva en la imaginería, introduce de manera intensa al lector en una historia deprimente en la que poco ocurre más allá de la consecución, estupenda, de esa atmósfera triste y lúgubre, sin esperanza.
Prólogo de José Donoso.
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