Emece
El asiento del piloto Robert J. Serling
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La niebla envolvía al gran avión en un halo casi fantasmal.
McKay podía sentir al enorme aparato abandonándose irremediablemente, rindiéndose sin fuerzas para seguir luchando, sin deseos de continuar volando. Sabía que se estrellaría...
Las hélices del lado izquierdo mordieron el terreno y el ala izquierda comenzó a desmoronarse. Los tanques destrozados estaban envueltos en llamas. Durante un segundo lacerante, grabado en su mente para siempre, el comandante vio como Kolhmeir y Scott eran despedidos violentamente a través del boquete abierto en un costado de la cabina de mando. Milagrosamente, el asiento de McKay resistió. Cuando el avión en ruinas se detuvo, los restos de la cabina de mando se habían desprendido del fuselaje, salvándose de su fuego devorador... Así fue hallado McKay treinta minutos más tarde, amarrado a su asiento, vidriosos los ojos, mientras las lágrimas abrían surcos sobre sus mejillas tiznadas.
McKay podía sentir al enorme aparato abandonándose irremediablemente, rindiéndose sin fuerzas para seguir luchando, sin deseos de continuar volando. Sabía que se estrellaría...
Las hélices del lado izquierdo mordieron el terreno y el ala izquierda comenzó a desmoronarse. Los tanques destrozados estaban envueltos en llamas. Durante un segundo lacerante, grabado en su mente para siempre, el comandante vio como Kolhmeir y Scott eran despedidos violentamente a través del boquete abierto en un costado de la cabina de mando. Milagrosamente, el asiento de McKay resistió. Cuando el avión en ruinas se detuvo, los restos de la cabina de mando se habían desprendido del fuselaje, salvándose de su fuego devorador... Así fue hallado McKay treinta minutos más tarde, amarrado a su asiento, vidriosos los ojos, mientras las lágrimas abrían surcos sobre sus mejillas tiznadas.
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