Mabel Pagano: Trabajo A Reglamento

Lo más importante en la mayoría de los cuentos de Mabel Pagano es su natural condición de despertar el interés del lector casi desde la primera línea. Hay una segustión, un tácito ofrecimiento de algo que vendrá, a veces por cominos impensados, a sorprender o mejor a abrir las puertas de un mundo donde la gracia de la escritura se une a una imaginación fresca y activa.

Desde el artificio siempre eficaz de usar la primera persona en la narración (artificio con el cual el que lee, se siente confidente o cómplice, integrándose así al texto) hasta el relato objetivo en que tanto el autor como lector son espectadores de acciones, hechos y dramas, la prosa de "Trabajo a Reglamento", líneal y accesible, es clara y directa.

El libro reúne quince cuentos, algunos se evaden del género y llegan a la categoría de nouvelle; la acción puede ubicarse en nuestro tiempo o en el siglo pasado, en este caso, en pequeñas ciudades o caseríos; los personajes son, sin excepción, seres sufrientes, arrastraados por la cara de sus frustraciones, aun en aquellos relatos donde la ironía es usada para mostrar la crueldad del hombre con sus semejantes, como en "Un domingo y ochenta inviernos". El cuento que da título al libro es una gran broma al modo kafkiano, donde lo irreal se transforma en cotidiano.
Mabel Pagano ha logrado poner el talento creador al servicio de la literatura y no al de la prosa hecha en serie y que sólo busca, sin pretensiones, el entretenimiento de un rato; quizás sea este el mayor elogio que se puede hacer de la autora y del libro.

María Esther Vázquez.